Por Raquel Berman
Introducción
Los editores de Imagen Psicoanalítica me pidieron que autorice la publicación del texto de la entrevista en videocasete que hice a Margaret S. Mahler en Nueva York en 1979.
Conocí a Mahler en 1978. Cuando pasaba por Nueva York la solía visitar en su apartamento de la calle 66 poniente en Manhattan. Durante una de estas visitas nació la idea de organizar en México el Simposio Mahler el que se llevó a cabo con gran éxito en noviembre de 1979 en el Museo Nacional de Antropología.
Después siguieron otros dos simposios Mahler, el segundo en diciembre de 1981 y el tercero en noviembre de 1984. Tuve el honor de presidir el comité organizador en los tres eventos.
Inicialmente Mahler pensó viajar a México para inaugurar el simposio. Me habló de su interés por México, de sus amigos húngaros que residían en nuestra ciudad y que con ellos probó por primera vez el mango que desde entonces era su fruta predilecta. Por razones de salud, Mahler no pudo viajar a México y yo le sugerí entonces que supliera su ausencia mediante una entrevista grabada en videocasete que sería exhibida durante el simposio. La entrevistase realizó en su apartamento la mañana del 26 de julio de 1979.
Las preguntas que le dirigí figuran en el texto y me parece que siguen siendo relevantes al igual que sus respuestas a pesar de que ya pasaron 14 años. Antes de principiar la grabación (en aquel entonces el videograbado estaba en sus principios y presentaba algunas complicaciones que por suerte ya no existen), Mahler se veía muy nerviosa. Esto me sorprendió porque supuse que la nerviosa debería ser yo y no la brillante y famosa psicoanalista. Mahler se veía muy cansada, pero desde el momento que empezó la grabación su rostro cambió completamente y adquirió gran vitalidad y fuerza. Al terminar me agradeció que le hubiera proporcionado la oportunidad de una experiencia creativa, precisamente en vísperas de sufrir una intervención quirúrgica.
Una copia de la entrevista en videograbación se encuentra en la Margaret S. Mahler Psychiatric Research Foundation y otra en la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica.
Mahler murió el 3 de octubre de 1985. México, 1993.
Presentación a cargo del Dr. John McDevitt
Damas y caballeros:
Es un honor presentar a la Dra. Mahler. En el campo del desarrollo infantil existen pocos investigadores de la talla de la Dra., Mahler, cuyas aportaciones sobre el desarrollo infantil normal y anormal le han brindado un merecido y destacado reconocimiento internacional. Gracias a sus sistemáticas y cuidadosas investigaciones, enfocadas especialmente a la díada madre-hijo, hoy en día sabemos mucho más sobre el desarrollo infantil de lo que sabíamos hace 25 años.
La Dra. Mahler ha estudiado y examinado cuidadosamente los tres primeros años de vida que, hasta recientemente, habían sido los más descuidado por estudiosos del desarrollo humano. No obstante que estos tempranos años se olvidan posteriormente, quedan indeleblemente grabados en la personalidad y dan forma al resultado ulterior, ya sea para bien o para mal. El diseño de la investigación de la Dra. Mahler, único en este campo, sus creativas hipótesis y teorías, así como sus hallazgos, son y serán fuente de inspiración para investigaciones actuales y futuras.
Uno de sus grandes méritos es la significativa contribución que nos permite reconocer las señales de peligro que pueden darse en cada frase del desarrollo temprano; señales que, de no ser atendidas y corregidas oportunamente, pueden resultar en trastornos emocionales.
El trabajo de la Dra. Mahler señala con toda claridad que la prevención primaria y la intervención temprana deben ser el foco de atención de los esfuerzos dirigidos hacia el alivio del sufrimiento humano.
Entrevista de la Dra. Raquel Berman a la Dra. Margaret Mahler
R.B.- Dra. Mahler, usted ha alcanzado la cúspide del reconocimiento por sus contribuciones al conocimiento del desarrollo infantil. ¿Cuál considera que sea la esencia de sus contribuciones al conocimiento del desarrollo normal del niño?
M.M.- Muchas gracias, Dra. Berman por su amable presentación. Para mí, el concepto más importante que me ha sido posible formular es el hecho de que el nacimiento fisiológico -el nacimiento biológico- no coincide con el nacimiento psicológico del infante humano. Son necesarios casi la totalidad de los tres primeros años de vida para que el niño pueda reamente ajustarse, sintonizarse al mundo que nosotros llamamos “de realidad”.
Cuando el niño nace fisiológicamente no tiene idea, ni siquiera la sensación, de dónde termina él y donde comienza el cuerpo de su madre. En otras palabras: se encuentran dentro de una órbita en compañía de su madre, en un estadio de existencia crepuscular. Me percaté precisamente de este fenómeno cuando estuve a cargo de una clínica de bienestar infantil en Viena. Las madres llegaban con sus bebés muy pequeñitos y me daban la sensación de que se encontraban en un estado crepuscular, que aún no despertaban al mundo externo, que no sabían lo que era interno y lo que era de afuera, lo externo. Posteriormente realicé, en colaboración con el Dr. Furor, un proyecto patrocinado por el Instituto de salud Mental sobre la llamada “Historia Natural de las psicosis Simbióticas infantiles”, un síndrome psicótico en el cual el niño realmente tiene la ilusión, la sensación, de que él y su madre no se han separado.
El niño espera que la madre haga todo por él. Realmente tiene la sensación, no en forma cognitiva, pero sí la sensación de que su madre es parte de él y que él forma parte de la madre.
Simultáneamente siente mucho miedo de ser devorado por la madre, de ser engolfado por la madre. Esta semejanza en el aparato sensorio de los dos grupos de seres humanos -los niños psicóticos y los infantes muy pequeños- me llevo a la convicción del origen simbiótico de la existencia humana, a pesar de que existe una tremenda diferencia, desde luego, entre ambos grupos: los niños psicóticos y los infantes humanos.
Quiero aclarar desde ahora, que la psicosis infantil afortunadamente es un padecimiento muy, muy poco frecuente. El solo hecho de lo que hayamos investigado, estudiado y examinado tan cuidadosamente no significa que sea un problema muy frecuente en la vida humana. ¿Le basta con esta respuesta?
R.B.- Sí gracias. ¿Podría usted, Dra. Mahler, decirle a nuestro público cómo el conocimiento sobre el desarrollo infantil, derivado de sus investigaciones, puede ayudar a cualquier madre y a cualquier padre, en cualquier país, a cuidar del bienestar emocional del niño?
M.M.- Parece una pregunta muy sencilla, pero es lo que llamamos una pregunta de 65,000… no, dada la inflación, tendríamos que llamarla de los 100,000 dólares. Para plantearlo con toda sencillez, diré: si la madre, en cualquier nivel, realmente quiere a su hijo, que escuche su propia voz interna, por así decirlo; la voz que le dice que hacer por su hijo – si se lo permite y además cuenta con suficiente confianza en su propia capacidad maternal para tratar de entender a su hijo-, porque realmente se puede entender al niño mucho antes de que él use palabras. Esta es la regla más importante que yo quiero destacar. Esto es cierto tanto para la madre como para el padre.
Me gustaría decir algunas palabras sobre el daño que padecen las madres, pero también los padres. Si pueden hacerlo, si tienen el tiempo y la inclinación, leen libros y más libros, escuchan a sus vecinas o, lo que es peor, atienden a lo que los profesionales dicen respecto a todo lo que deben hacer con sus hijos. Todos estos consejos versan sobre lo que ellas sabrían hacer muy bien si no se sintieran tan inseguras.
Aparejado al acto de traer al mundo a un hijo, se da un cierto sentido instintivo – no en el sentido psicoanalítico de la palabra-, un conocimiento instintivo de cómo ser madre. En otras palabras, la madre también entra en un periodo simbiótico, especialmente al principio, porque el niño aparece tan frágil y difícil de entender, lo cual, en ocasiones, puede angustiar mucho a la madre.
Sin embargo, la madre cuenta, casi fisiológicamente, pero desde luego emocionalmente, con ese “algo” que le permite realmente cuidar al niño mejor de cómo lo pudiese hacer cualquier otra persona, salgo quizá quienes tienen muchísima experiencia en el cuidado de niños pequeños. Esto es lo que quiero decir: escuchen su voz interna que les dice lo que les gustaría hacer por su hijo, traten de captar las señales que su bebé les manda. El primer diálogo, que comienza unas semanas después del nacimiento, se inicia gracias a que el bebé envía señales. Muy pronto la madre sabe cuándo el niño tiene hambre, o cuando llora porque tiene frío y está incómodo porque sus pañales están mojados… o cuándo le duele algo. Ella lo sabe muy bien.
Por otra parte, el bebé se dará cuenta de que hay ciertas señales que la madre no puede entender. No es que el niño “entienda” esto, pero al no obtener la respuesta deseada dejará de enviar estas señales que acabarán desapareciendo.
El Dr. Furer y yo escribimos un trabajo sobre este mutuo envío de señales. Señalábamos lo que Spitz ha destacado: la importancia del diálogo madre-hijo, que al principio no es verbal.
R.B.- Usted enfatiza en su trabajo lo que denomina “el diálogo entre madre e hijo”, la interacción en la relación madre-hijo. ¿Podría usted, por favor, elaborar sobre cuáles son los momentos vulnerables en ese diálogo, de acuerdo con las fases de desarrollo que usted ha señalado?
M.M. -Esto es preguntarme sobre cuáles son las señales de peligro, porque si el diálogo se desvía, como lo dijo Spitz, entonces el proceso de separación- individuación también se desvía. No es fácil describir esto en pocas palabras. El filme que espero haya visto, o van a ver, les da una idea de esto: qué es normal y, por lo tanto, qué no es normal en las fases de desarrollo, ya sea porque es exagerado o demasiado obvio o repetitivo. Por ejemplo, en la fase de simbiosis, cuya cúspide o punto álgido se da a los 5 meses aproximadamente, pero que se inicia durante el segundo mes, el niño tiene una vaga sensación de que su bienestar es asegurado desde afuera, que más allá de cierto grado él no puede, por sí mismo,“desde dentro”, por así decirlo, eliminar esa sensación tensa y displacentera: la tensión. En la fase simbiótica es muy importante que la madre satisfaga las necesidades del niño lo más pronto posible, sin embargo, verán o ya habrán visto en el film a madres que claramente se meten intrusivamente con el bebé cuando éste no tiene en ese momento más necesidades que la de ser dejado en paz para dormir, para comer o para moverse o para cualquier otra cosa, pero que seguramente no necesita que la madre se haga visible, ni oíble, ni tocable, según sea el caso.
Vemos que algunas madres dan demasiado, demasiado aprisa, de manera que el niño no puede ni siquiera aprender qué proviene del afuera, como lo sería la conducta de ayuda, de sostén [“holding”) proveniente del ambiente externo. Verán o ya han visto las diversas conductas de ayuda y de sostén de las distintas madres. Hay desde luego ciertas madres que hacen lo opuesto, que no están disponibles para el niño. Afortunadamente nosotros contamos con un grupo de madres que pudimos comparar entre sí porque provenían de una misma capa de la población. Ellas sabían que formaban parte de un proyecto de investigación y estaban muy dispuestas, y se sentían orgullosas de ayudarnos a aprender cómo crecen los bebés normales… -La presencia excesiva de la madre no es buena y la ausencia excesiva es sumamente perjudicial durante la fase “simbiótica”.
En la subfase de diferenciación, que es la primera subfase del Proceso de Separación-Individuación, algunas madres controlan demasiado al niño, impidiéndole, por ejemplo, que toque su cara. En el grupo que investigamos hubo una madre que tenía un complejo con respecto a su cabello y se alteraba mucho si su bebé se lo tocaba. Este es el momento en que el niño tiene que descubrir que “este es el cabello de mamá y éste es el mío”, que “esta nariz es de mamá y esta es mi nariz”. Se trata de las diferenciaciones elementales entre lo que es él y lo que es su mamá, allá en el afuera. La madre puede crearle problemas con este tipo de actitudes.
Posteriormente cuando el niño se desliza del regazo de la madre y juega a sus pies, podemos observar muy bien que la madre está presente, pero sin interferir. O si el niño le manda señales a su madre de que quiere algo, la madre se lo trae. Posteriormente, cuando el niño se arrastra o gatea y se aleja de la madre, ésta puede sentirse segura de que el niño volverá a ella.
Las subfases se traslapan. La de diferenciación se empalma con la de ejercitación o práctica, que hemos dividido en dos subfases, la denominada de práctica temprana y la de práctica propia mente dicha. Lo primordial es que la madre no se angustie demasiado durante estas subfases debido a que el niño se tarda en comenzar a caminar o a hablar
En nuestro libro The psychological birth of the human infant hemos señalado cuáles son las señales de peligro en cada subfase. Tal como lo señala la Dra Krammer, tenemos que darnos cuenta a tiempo -esto es, al inicio de la vida del bebé- de lo que constituye la norma. Entonces podemos reconocer fácilmente las señales de peligro. Pero necesitamos tener en cuenta, como lo señala el Dr. Spock, que la madre no debe desesperarse o desanimarse ante una desviación mínima del funcionamiento del yo, tampoco si cualquier otra función del niño no se da dentro de los límites descritos, por ejemplo, por Gesell. Gesell les hizo un flaco servicio a las madres diciéndoles que esto o lo otro tiene que darse en tal mes, porque esto no es así.
R.B. -En su investigación usted enfatizó el concepto de constancia objetal. En lo que se refiere a este concepto en particular ¿qué recomienda a los padres en cuanto a espaciar el nacimiento de sus hijos para no interferir o para dañar lo menos posible el desarrollo de la constancia objetal del niño?
M.M. -Usted se refiere al hijo mayor. Esta es una pregunta muy difícil de contestar porque desde la perspectiva de este hijo, él desearía que no naciera ningún otro hijo y por lo tanto ¡no debería existir espacio alguno! Pero hablando en serio, sí sería conveniente que durante los primeros tres años de vida la madre fuese exclusiva para un solo hijo. Esto sería lo ideal desde el punto de vista del niño. Aun así, la envidia, los celos y todo lo demás no desaparecería. Como decía Anna Freud, los segundos y terceros hijos están aquí para quedarse. Los hermanos son una institución permanente.
Desde el enfoque de la constancia objetal, que es realmente lo que distingue la salud mental de la patología (en gran medida se trata de la constancia objetal emocional, en el sentido que le da Hartmann), ésta, o se logra o no se logra en el adulto. Dicha constancia se construye desde el principio. La primera condición para que se dé el tránsito posterior hacia la constancia objeta/ emocional es lo que Benedek ha llamado “expectativa confiada” [“trustful expectation”] que observamos en el bebé desde los tres o cuatro meses. Esta es esencial para el nacimiento del yo o del pre-yo. Lo cual quiere decir que el niño ha aprendido a esperar. Cuando ve que la madre se desabrocha la blusa, cuando comienza sus preparativos para amamantarlo, dejará de llorar y seguirá los movimientos de la madre, esperando ser alimentado. En la fase más avanzada de la separación-individuación la confianza en la disponibilidad de la madre se torna más complicada. Desde el punto de vista de la madre, su disponibilidad es la contraparte y la condición para que el niño no llegue a ser un adulto sin constancia objetal emocional, porque esta constancia significa que el niño ya cuenta con una imagen de la madre buena que permanece en su mente y está disponible. Aun si la madre se enoja con él, el niño sabe que la madre es buena, que regresará y que puede contar con ella. Este es el modelo sobre el cual se desarrolla la constancia objetal emocional en relación con el ambiente social, porque, desde luego, la madre se convierte en un símbolo para todas las demás relaciones con los otros y con el padre.
¡No debemos olvidar al padre!
Debo aclarar que la constancia objetal emocional no es lo que Piaget denomina permanencia del objeto. El término de Piaget significa que el niño ha aprendido cognitivamente no recuerdo en qué mes exactamente, si es entre los 18 y los 20 meses- que, si la pelota con la que juega fue escondida por el observador, por la madre o por quien sea, la pelota existe y la busca. Sabe que existe y que se encuentra en algún lugar. Esta es la permanencia objetal cognitiva. A mí me asombra que Piaget, en su por demás admirable obra, haya tomado nada menos que el pecho materno como el objeto mediante el cual se puede evaluar el grado de permanencia objetal alcanzada por el niño. El pecho materno se da mucho más tempranamente y, por otra parte, la madre se torna en objeto permanente, con todo el significado emocional que implica la constancia objetal emocional, mucho más tardíamente que la permanencia objetal cognitiva, en el sentido de Piaget. Para que se logre la constancia objetal emocional tendría que hablarse de la integración de los aspectos buenos y malos de la madre, que son sumamente importantes para que se dé este logro. Antes de esta integración, existen escisiones en la representación mental que el niño tiene de la madre, a las que no me referiré ahora Kernberg y otros que trabajan con pacientes “borderline” señalan que estos pacientes carecen de constancia objetal emocional. Este es u no de sus principales problemas. El objeto no es un objeto total, sino un objeto parcial, un objeto escindido: no hay constancia objetal, ni constancia del self.
R.B. -Usted ha enfatizado la importancia de la disponibilidad de la madre para con el niño. Algunas madres trabajan fuera del hogar y por lo tanto no están disponibles todo el tiempo.
¿Cuál sería su recomendación en cuanto al mejor cuidado infantil que la madre puede brindar al niño durante sus ausencias?
M.M.- ¡Esta es la pregunta más urgente en la actualidad! Cuando participé en el “Toda Espectáculo” en Nueva York, todo el programa giró en torno a guarderías y a la preocupación de las madres que trabajan, por el cuidado de sus hijos.
Algunas guarderías son muy buenas, pero las mamás suponen que deben permanecer con sus hijos las veinticuatro horas del día. ¡De ninguna manera! Yo creo que tarde o temprano el niño será mucho más infeliz si su madre siente que debe estar atada cien por ciento a su papel de madre.
Si la madre quiere -no porque sus vecinas así lo aconsejen, sino porque se siente lista para regresar a un trabajo de medio tiempo – esto no significa que no quiera a su hijo, o que no quisiera estar con él un poco más de tiempo de lo que le permite su empleo. Mi convicción, basada en larga experiencia, es que las madres pueden pasar momentos plenos con sus hijos, aun si estos son de unas cuantas horas al día. Pueden apartar tiempo para ello, y esto sí es posible aun para madres que se encuentren en situaciones difíciles, cuando hay una gran pobreza, etc. Si esa madre puede relajarse con su hijo y realmente bajarse a su nivel, nivel que generalmente es el de sentarse en el suelo a jugar: estar con su hijo y querer a su hijo…
-Esto no quiere decir que tenga que besarlo continuamente, pero sí apartar algunas horas. No es tan importante que el niño se duerma exactamente a las ocho si la madre solamente puede estar con él en la noche cuando regresa de su trabajo. Lo importante, lo óptimo, lo indispensable, es que esté disponible para el niño, aun si es por periodos breves. Esta es mi experiencia y lo que yo les sugiero a las madres que trabajan.
R.B. -Usted habla de la calidad de la relación entre la madre y su hijo cuando ella está a su disposición, ¿pero ¿qué hay del tiempo cuando la madre que trabaja no está disponible? ¿Cuál sería su recomendación en cuanto al mejor cuidado para el niño en ausencia de la madre?
M.M. -Esto es tremendamente importante y forma parte de ese contingente de preguntas que me plantearon en el “Todo Espectáculo”. A todos nos preocupa mucho el estado actual de las guarderías e instituciones semejantes. Tengo, diría yo, una idea predilecta en este momento. No es que acabe de nacer, la he tenido en mente desde hace mucho tiempo. Aprendí sobre el cuidado diurno de bebés en los países escandinavos, especialmente en Noruega. Allí, cuando la madre va a su trabajo, deja a sus hijos en lo que llaman “cuidado materno diurno”. No sé la traducción exacta del noruego. Los niños son dejados ahí y parecen divertirse mucho. Las cuidadoras a quienes tuve la oportunidad y el privilegio de observar eran mujeres entre los 55 y 60 años. Cada una cuidaba a 5, 6 o 7 niños durante el día. Era evidente que los niños la pasaban muy bien. Lo que hacían dependía de su edad, pero ciertamente les encantaba porque cuando llegaba el verano y se interrumpía el servicio, anticipaban con gusto la llegada del otoño cuando volverían a pasarla bien con su madre substituta. Esto sería lo ideal, pero tendría que hacerse en gran escala. Sí creo que económicamente sería maravilloso porque existe una capa grande de la población que es infeliz debido a que quienes la forman se sienten inútiles. A estas mujeres les gustan los niños, la mayoría han tenido hijos y nietos y, por alguna razón, no pueden verlos o ha pasado el momento en que sus nietos las necesitan o han perdido a sus familiares. Creo que estas mujeres mayores, si son adecuadas, si están sanas y si son bien seleccionadas, pueden y deberían ser aprovechadas para un nuevo tipo de cuidado diurno. Desde luego tendría que ser en gran escala, pero significaría la solución simultánea de dos problemas muy importantes de la población. Los niños contarían con alguien que ciertamente sabe manejar niños, los quiere, y esto es lo más importante.
Este concepto de querer a los niños se ha desgastado, se ha abusado de él. Pero ustedes entienden lo que quiero decir: se trata de alguien a quien realmente le importan los niños, a quien le importa su proceso de crecimiento, que tiene un sentimiento innato, automático para mejorar el proceso de crecimiento, para ayudar a crecer a los niños. Así los niños no serían dejados en una guardería súper higiénica, afectivamente estéril, de las que vemos surgir como hongos en todos los países.
De alguna u otra forma, en estas guarderías el clima emocional no es ni siquiera tomado en cuenta. Esta es realmente una de mis ambiciones, uno de mis deseos. Quiero dejar el poco dinero que tengo para tales proyectos. Esto es algo que debe enseñarse. Creo que es maravilloso lo que hacen en Filadelfia, por ejemplo. Ahí hay centros académicos de vanguardia, en los que están enseñando a líderes y así el efecto se multiplica. Los líderes a su vez tienen alumnos, y éstos, sus propios alumnos. Necesitamos cuidar el buen nivel de estos líderes. Seguramente este tipo de entrenamiento sí es factible.
R.B.-Tal como usted dice, la realidad actual es la multiplicación de guarderías y centros similares. Tomando en cuenta la situación presente, ¿podría usted hacer recomendaciones específicas que pudiesen contribuir al mejoramiento del personal que cuida a los niños en estos centros?
M.M. -Sí. Yo creo que podemos y debemos mejorar las guarderías existentes, si bien yo pienso que esto costaría más dinero que crear centros que funcionasen como acabo de sugerir. Me temo que no se crean guarderías con la rapidez necesaria, pero si han de crearse, recomiendo que sea en esa forma. Anna Freud encontró durante los “bits” en Londres, cuando los niños tenían que ser evacuados y sus madres no podían acompañarlos, en primer lugar, que, si había hermanos, convenía que fuesen enviados juntos al mismo lugar fuera de Londres. Además, al niño siempre se le permitía llevar consigo una de sus posesiones queridas; lo cual ya señala la importancia de que el niño pueda hacer una cierta conexión entre su casa y el nuevo lugar en que se encuentra. Por ejemplo, si el niño tiene un objeto transicional -seguramente ustedes saben la importancia del objeto transicional si han leído u oído hablar de Winnicott, pero no es indispensable que conozcan este concepto. Lo importante es que piensen que es sumamente importante que el niño traiga de casa su animalito de peluche predilecto, su osito o su tigre, su tranvía o lo que sea. Debe permitírsele que lo lleve y lo traiga consigo, que se le cuide su juguete predilecto en el lugar en que se encuentre. Este es un asunto pequeño y puede sonar ridículo que yo le dé tanto énfasis, pero sé que es mucho muy importante. Comencé refiriéndome a Anna Freud; ella y sus colaboradores encontraron en la Clínica Hamstead y en sus guarderías, algo que es más importante aún, que es el crear una especie de familia adicional. Esto quiere decir que haya una encargada específica a la cual el niño pueda sentir como “de él”, inclusive que se le diga al niño que ella es “su cuidadora”. Esto conviene, aun si hay hermanos en el mismo lugar.
Cada cuidadora tenía 2 o 3 niños que eran “los suyos”, a quienes acurrucaba a la hora de dormir y a quienes saludaba en forma especial al llegar o les daba un dulce de vez en cuando. Todo esto para crear una relación especial con sus niños. Esto es sumamente importante.
Yo sugiero y recomiendo la solución que señalé antes, que es una solución doble, ya que las cuidadoras mayores o viudas se sienten útiles. Además de obtener una pequeña compensación les encanta tener algo útil que hacer y sentir que ayudan con su trabajo.
R.B. – ¿Qué criterios para la selección de personal de guarderías recomienda usted?
M.M. -Este es un asunto muy importante. Siento que hay ciertas personas que pueden, por así decirlo, hacer un diagnóstico con mayor facilidad en la selección de personal, que sienten mayor confianza en su evaluación. Pero no hay muchas que cuenten con este don. Yo siempre digo que el método más confiable es el de ver a las candidatas trabajar, observar cómo se conducen con los niños, al igual que nosotros observamos a la madre con su hijo: vemos cómo lo carga, ¿cómo bulto? ¿o acunándolo? Vemos cómo lo deposita o no lo deposita, ¿lo deja caer? ¿O lo acuesta suavemente? El observar cómo la persona trata a los niños sería el mejor método de selección que puedo recomendar. Desde luego las candidatas tienen que contar con un mínimo de inteligencia. Esto no quiere decir que no se valore altamente la inteligencia, pero no se requieren personas con inteligencia sofisticada. En ocasiones las personas menos sofisticadas tratan mejor a los niños, particularmente a los muy pequeños. No puedo agregar mucho más, porque no he desempeñado la función de selección, aunque sí la he realizado con candidatos para entrenamiento psicoanalítico y profesiones afines.
R.B. – ¿Cuál es el papel del padre con relación al niño?
M.M. -El padre ha venido a ocupar un papel mucho más predominante de lo que se pensaba antes. Hemos aprendido mucho en este sentido. En nuestro proyecto de investigación aprendimos la gran importancia del padre y como ésta se da mucho más temprano en la vida del niño de lo que se pensaba anteriormente. Ya desde los primeros meses el niño puede distinguir los pasos del padre, reconoce el ruido que hace al meter la llave en la cerradura, distingue sus pasos por el pasillo o cómo sube las escaleras para llegar al departamento. Los niños se excitan cuando advierten la presencia del padre. En la actualidad nos estamos apartando cada vez más de la idea que teníamos de que el padre, en el mejor de los casos, podía únicamente substituir a la madre en momentos necesarios; más aún, se consideraba que ni siquiera era un buen substituto. Ahora sabemos que su función es mucho más específica en la formación del niño y que esto sucede a muy temprana edad. Para el varoncito, el padre se constituye en un Peñón de Gibraltar a quien imita desde muy corta edad. Ya para el principio del segundo año, si no es que, para fines del primero, podemos ver cómo imita los movimientos, los gestos del padre como si esto fuese innato, o casi innato. Esta es una identificación con sus gestos. Sabíamos que esto acontece en relación con la madre, pero ahora vemos que también sucede con el padre, particularmente en los varones.
R.B. -En algunos hogares el padre está ausente
M.M. -Desafortunadamente esto sucede en demasiados hogares.
R.B. – ¿Qué recomendaría usted para compensar su ausencia?
M.M. -Esta es una pregunta mucho muy delicada. No solamente delicada, sino que sabemos muy poco al respecto. Solamente sabemos, en base a los psicoanálisis de varones adultos cuyos padres estuvieron ausentes, que el niño exprime gota a gota, por así decirlo, todo aquello que el ambiente le ofrezca cómo posibilidad para su identificación masculina: buscan al tío, al vecino, al peón del rancho, al portero… particularmente a los miembros varones de la familia. Pero no les puedo decir hasta qué punto estas figuras puedan realmente substituir al padre. No lo puedo contestar y dudo que haya muchos que pudiesen hacerlo.
Parece ser que la ausencia del padre no es tan amenazante para la vida del niño. Pero sí es peligrosa y provoca situaciones emocionales y desviaciones en la formación del carácter, al igual que la carencia de cuidado materno adecuado. La falta de padre afecta en mucho la formación del carácter de la persona. Pienso que esto es un asunto muy importante que deberían atender tanto las legislaciones como la educación de las masas. Si se lograse, ¿cómo decirlo?, si la actitud paterna positiva tuviese más compensaciones… no, ni siguiera compensaciones, pero si la actitud paterna positiva tuviese más prestigio, si fuese mejor visto que el padre se quedase con su familia y no al contrario, si los padres aprendiesen, de ser posible, unos de otros, que es realmente mucho más viril el sobrellevar los problemas familiares, participar en el proceso de crecimiento de sus hijos, ésta sería la única forma en que podríamos lograr resultados a largo plazo. Este es también un asunto cultural. Podemos ver, por ejemplo, las diferencias que existen entre los padres europeos y los padres americanos. Estoy generalizando ciertamente. Los padres europeos quieren a sus hijos tanto como los americanos, pero los padres europeos de la generación anterior no soñarían siquiera con la posibilidad de meterse en la cocina. Actualmente, en cambio, está sucediendo algo en nuestra cultura que a mí me sorprende. No sólo suelen ser hombres los “chefs”, sino que los hombres se sienten muy orgullosos de esto, de ser muy buenos cocineros. Hace 40 o 50 años no sé cómo era la cosa en América, pero en Europa este fenómeno se hubiera considerado como muy afeminado.
Yo me valdría de este ejemplo, que no está tan cargado emocionalmente, para mostrar cómo las actitudes que determinan lo que es viril, lo que es masculino y lo que se considera digno para los hombres deberían cambiarse. Desafortunadamente demasiados padres se dan por vencidos y abandonan a sus familias. Es cierto que disfrutan a sus hijos cuando estos ya cumplieron 15, 16 y 17 años, o cuando ya son grandes, pero ¿qué aconteció con estos chicos entre tanto? Eso es lo que en ocasiones los padres no se plantean.
R.B. -Quisiera hacerle una última pregunta. Dadas sus contribuciones a la psicología del desarrollo, ¿existe algún momento del ciclo vital en el que el concepto de “desarrollo” sea obsoleto? Y, de no ser así, si es que el desarrollo continúa a lo largo de toda la vida, ¿Diría usted que las intervenciones preventivas podrían beneficiar al adulto tanto como benefician al niño?
M.M. -Yo diría que no existe fase alguna en el ciclo vital en la que las intervenciones constructivas no sean posibles y mucho muy útiles. Especial• mente quisiera señalar el hecho de que la edad avanzada es una tragedia cotidiana. Nos damos por vencidos mucho antes de lo que se darían muchos ancianos valientes. Con poca ayuda, ellos logran hacer cosas maravillosas con
sus vidas. Disfrutan enormemente. Estoy enterada de esto porque la directora de un hogar para la atención diurna de personas en la tercera edad, la Sra. Hubie, me lo ha comunicado. Ella me describió ejemplos admirables de cuánto se divertían jugando baraja, comentando libros, disfrutando conferencias y espectáculos de danza y música.
M.M. -Yo diría que no existe fase alguna en el ciclo vital en la que las intervenciones constructivas no sean posibles y mucho muy útiles. Especial• mente quisiera señalar el hecho de que la edad avanzada es una tragedia cotidiana. Nos damos por vencidos mucho antes de lo que se darían muchos ancianos valientes. Con poca ayuda, ellos logran hacer cosas maravillosas con sus vidas. Disfrutan enormemente. Estoy enterada de esto porque la directora de un hogar para la atención diurna de personas en la tercera edad, la Sra. Hubie, me lo ha comunicado. Ella me describió ejemplos admirables de cuánto se divertían jugando baraja, comentando libros, disfrutando conferencias y espectáculos de danza y música.
R.B. -Muchísimas gracias, Dra. Mahler, por esta maravillosa entrevista.
M.M.-Le envío saludos afectuosos para mi México predilecto. Siento mucho no poder estar con ustedes
Nueva York, 1979.
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