El estrés es una reacción natural en los seres humanos y es primordial para lograr su sobrevivencia. Pero cuando se vuelve difícil de manejar o tiene repercusiones negativas en la vida cotidiana, es fundamental poder diferenciar los diversos tipos de estrés para que la persona afectada pueda descubrir si necesita de atención psicoterapéutica y/o farmacológica.
Según datos de la American Psychologycal Association en su portal web oficial (https://www.apa.org/helpcenter/stress), se pueden identificar diferentes tipos de estrés[1]:
Estrés agudo. Surge de las exigencias y presiones del pasado reciente y las exigencias y presiones anticipadas del futuro cercano. El estrés agudo es emocionante y fascinante en pequeñas dosis, pero cuando es demasiado, resulta agotador. Del mismo modo, exagerar con el estrés a corto plazo puede derivar en angustia, que puede manifestarse en una combinación de enfado o irritabilidad, ansiedad y depresión; otros síntomas comunes son dolores de cabeza tensionales, malestar estomacal y otros síntomas físicos como elevación de la presión arterial, taquicardia, sudoración de la palma de las manos, dolor de pecho, respiración corta y superficial, mareos, etc.
Estrés agudo episódico. Es común que las personas con reacciones de estrés agudo estén demasiado agitadas, tengan mal carácter, sean irritables, ansiosas y estén tensas. Suelen describirse como personas con “mucha energía nerviosa”. Siempre apuradas, tienden a ser cortantes y a veces su irritabilidad se transmite como hostilidad. Las relaciones interpersonales se deterioran con rapidez cuando otros responden con hostilidad real y el trabajo se vuelve un lugar muy estresante para estas personas.
Los síntomas del estrés agudo episódico son los de una sobre agitación prolongada: persistentes dolores de cabeza tensionales, migrañas, hipertensión, dolor en el pecho y enfermedad cardíaca. Tratar el estrés agudo episódico requiere la intervención en varios niveles, que por lo general implica ayuda profesional, la cual puede tomar varios meses.
Estrés crónico. Algunos tipos de estrés crónico provienen de experiencias traumáticas de la niñez que se interiorizaron y se mantienen dolorosas y presentes constantemente. Algunas experiencias afectan profundamente la personalidad. Se genera una visión del mundo, o un sistema de creencias, que provoca un estrés interminable para la persona (por ejemplo, el mundo es un lugar amenazante, los otros descubrirán que la persona finge lo que no es, debe ser perfecto todo el tiempo). Cuando la personalidad o las convicciones y creencias profundamente arraigadas deben reformularse, la recuperación exige el autoexamen activo, a menudo con ayuda de un profesional.
El peor aspecto del estrés crónico es que las personas se acostumbran a él, se olvidan de que está allí. Las personas toman conciencia de inmediato del estrés agudo porque es nuevo; ignoran al estrés crónico porque es algo viejo, familiar y a veces hasta casi resulta cómodo.
El estrés crónico mata a través del suicidio, la violencia, el ataque al corazón, la apoplejía e incluso el cáncer. Las personas se desgastan hasta llegar a una crisis nerviosa final y fatal. Debido a que los recursos físicos y mentales se ven consumidos por el desgaste a largo plazo, los síntomas de estrés crónico son difíciles de tratar y pueden requerir tratamiento médico, psicoterapia y ayuda para el manejo del estrés.
Es importante que cuando una persona detecta los síntomas antes mencionados en sí misma o en quienes le rodean, haga un alto y observe. Tal vez sea necesaria una intervención profesional y es muy probable que se beneficie de un tratamiento psicoterapéutico.
[1] Adaptado de The Stress Solution de Lyle H. Miller y Alma Dell Smith.
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